sábado, 27 julio, 2024
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Sorpresa de los vecinos de Palermo en un barrio poco acostumbrado a los crímenes

«¿De dónde salieron todos estos periodistas?», dice sorprendida la señora con tapado y peluca mientras ve al copioso grupo de movileros frente a la heladería Cremolatti de Libertador y Lafinur, donde Mariano Barbieri se desplomó luego de que lo apuñalaran para robarle el celular el miércoles a la noche.

«¿Qué pasó?», preguntaba sin éxito a los cronistas que pasaban alborotados a su alrededor, quienes respetuosamente la ignoraban. «¿Todo esto es por el chico que entró a la heladería como un loco gritando incoherencias?»… «No señora… mataron a una persona ayer a la noche», se apiadó este cronista.

«Lo apuñalaron», agregó este cronista. «¿Cuándo?», volvió a preguntar la señora. «Ayer a la noche». «Mmm me parece que estamos hablando de personas distintas. Me contaron que entró un señor que se escapó del Borda y entró a la heladería gritando como un loco».

Inesperadamente, este cronista volvió a encontrar una y otra vez la misma respuesta que había dado la confundida señora. El mismo «qué pasó», el mismo «cuándo» y la misma sorpresa. Nadie, de la serie infinita de señoras o señores paseando sus mascotas, sabía lo que había pasado unas pocas horas antes, en la esquina de Lafinur y Libertador.

La dinámica del barrio no cambió. Los vecinos pasaban de un lugar al otro. A veces miraban con curiosidad. Los porteros eran los encargados de noticiarlos «Nunca vi algo así acá. Hay robos. Pero como en cualquier lado. Así está todo el país», expresó Quique, encargado de un edificio de la zona.

El local empezó a ser peritado luego de que decenas de clientes ya habían transitado por ahí. Foto: Luciano Thieberger El local empezó a ser peritado luego de que decenas de clientes ya habían transitado por ahí. Foto: Luciano Thieberger «La desconexión en un momento fue tal que algunos vecinos entraron a desayunar a Cremolatti a pesar de que estaba toda la prensa en la puerta. «Vamos a tomar un café», sugirió la señora a su empleada, que mirando para todos lados, viendo el panorama de periodistas y móviles de televisión, respondió: «No sé si puede». Sin oírla, la señora encaró hacia el interior de local, se acercó al mostrador y ordenó su café.

Poco después, ya a media mañana, con los movileros entrando y saliendo de la heladería, y con clientes desayunando en el lugar, llegó la división de investigaciones de la Policía. Entraron al local, desalojaron, lo cerraron y empezaron a revisar todo. Curiosamente -a pesar de que Cremolatti había abierto hacía más de una hora y ya había entrado y salido gente- los investigadores vestían igual las típicas escafandras especiales para no contaminar las pruebas.

Mientras todo esto ocurría, sobre Libertador, a pocos metros de Cremolatti, otros vecinos desayunaban al sol en un local de Volta, concentrados en sus asuntos. De vez en cuando, al escuchar el bullicio de los periodistas que provenía de la esquina, levantaban la cabeza, giraban la mirada hacia la Lafinur y con sorpresa se preguntaban en voz alta «¿qué pasó?».

PS

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