miércoles, 19 marzo, 2025
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Damasia Amadeo: profundizar en la literatura del yo

Visual, cinematográficamente, una niña cuenta su historia y la de su familia -padre, madre, sus tres hermanos, y un abuelo protector- hasta el comienzo de su adolescencia, en “Bella vista” (Planeta) de Damasia Amadeo, relato de sesgo autobiográfico que remite a las novelas de formación. Amadeo, psicoanalista, editora, ha publicado obras de su especialidad y la autoficción “Diario desde el balcón”. Dialogamos con ella.

D.A.: Busqué darle una nueva visión a ese pasado. Eso me llevó a mostrar ese espacio familiar, vecinal, de modo detallista, donde predominara lo visual. Fue el punto de partida, pero, sobre todo, quería crear una ficción, que resultó una autoficción.

P.: ¿Cómo se embarcó en la literatura del yo?

D.A.: En los últimos años ciertos recuerdos se me impusieron con fuerza. Quería escribir una ficción y no se me ocurrían temas. Y apareció la infancia como tema.

P.: En su libro señala que se detiene en escenas buscando extraerle algún tipo verdad. ¿eso surge de su profesión de psicoanalista?

D.A.: Lo que se extrae no es la verdad del recuerdo, porque el recuerdo tiene intensidad propia. La verdad fue recrear eso en una ficción, hacer literatura, lograr una belleza artística. Si hubo una verdad en juego en mí, es que el sentimiento de nostalgia desapareció para dar paso a una obra. Ahora la única verdad es la del libro. Ahora el recuerdo es el recuerdo de lo que está escrito. Ahí hay una transformación, una verdad que acaso encuentre el lector que se sumerja en el libro.

P.: Y es arrastrado por lo visual, lo cinematográfico. La protagonista a los 7 años se inventa un panóptico para poder ver, sin ser vista, seres curiosos, temibles, amistosos, sorprendentes…

D.A.: Yo busco la mirada transformada en palabras, y la niña narradora, tiene esa vocación. Se sube al portón para curiosear a los que se acercan. Los describe. Los envuelve en palabras. Dueña de ese marcado interés por lo visual, no se hizo fotógrafa, cineasta o regisseur, la mirada fue a parar a la palabra escrita. Ese predominio de la mirada ya estaba en mi libro anterior, “Diario desde el balcón”, escrito durante la pandemia del covid.

P.: Y en su profesión la palabra que se escucha.

D.A.: La palabra que circula entre el paciente y el analista. Una frase muy conocida de Lacan es que “la realidad tiene estructura de ficción”. Creo que en “Bella vista” indagué en ese aspecto, hay una estructura de ficción sobre una realidad que está perdida porque el tiempo pasó, y está perdida porque, según el psicoanálisis, la realidad tiene estructura de ficción.

P.: Una de las ficciones en los juegos de la narradora con sus amigas le hace decir: fuimos pioneras en las nuevas formas de constituir una familia.

D.A.: Juegan a imitar a una madre con sus hijas, en ese juego no dejábamos entrar al padre, a hombres, había predominio de lo femenino. En otros juegos, como en la búsqueda del tesoro escondido o en ir a juntar moras, varones y chicas nos mezclamos.

P.: Bella Vista, el pueblo diseñado por Adolph Sourdeaux, ¿fue, en los años setenta, una avanzada de los countries?

D.A.: Era un típico barrio, no tenía nada que ver con la estructura del barrio cerrado, creo que ahora allí hay varios countries. Bella Vista tenía en aquel tiempo la libertad que hoy permite a los niños el barrio cerrado. En el libro se retrata un estilo de vida, para grandes y chicos, que ya no se encuentra fácilmente. Había personajes familiares como el heladero que pasa en su bicicleta, el mendigo, el lechero. Y estaba el vínculo familiar con las empleadas domésticas. Es llamativo a la distancia el vínculo afectivo que se establecía. La narradora se iba a pasar el fin de semana en la casa de una de esas empleadas, una que fue importante para ella, como lo dicen sus recuerdos.

P.: Así como en “Bella Vista” hay cierta idealización, así como está el paraíso perdido, no dejan de aparecer los problemas, está lo abrumador y siniestro de los años setenta, está la crisis familiar, la separación de los padres, lo que esta trae en hijos adolescentes o casi adolescentes y lo que trae el desmadre y el des-padre.

D.A.: En el libro hay un aspecto vivencial, un aspecto descriptivo, un aspecto lúdico, un aspecto dramático. Hay una mirada de reconfiguración donde no hay reproches, no hay reclamos ni culpas. En esa etapa final a la que hace alusión cobra relevancia otra figura que no ha dejado de estar presente, la del abuelo, que se vuelve el ordenador del desmadre y del des-padre. En el libro hay un cierto descontrol familiar debido a ausencia y presencia del padre y la madre, que no son en absoluto ausencias totales. Frente a ese desorden que usted llama desmadre y des-padre poniendo orden cobra centralidad el abuelo. Se vuelve central en el libro y en mi vida, porque me termino de dar cuenta de su centralidad a partir de la escritura de “Bella vista”.

P.: ¿Qué está por escribir ahora?

D.A.: Cada vez que termino de escribir un libro, cuando el libro ya se convierte en objeto, tengo la certeza de que no voy a volver a escribir. Estoy en esa etapa. He escrito libros sobre psicoanálisis, dos autoficciones. Bueno, claro, pasa, después a uno le empiezan a aparecer temas, seguir a la narradora de “Bella vista” ahora en la adolescencia, acaso algo más cercano al momento actual mío.

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