sábado, 18 enero, 2025
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El director Marcelo Lombardero dispara contra todos y analiza el presente del Teatro Colón

“Dejé de cantar en su momento para ser el director del Teatro Colón. No fue del todo consciente la decisión, pero la vida me llevó a ese lugar. Eso no lo quiero volver a pasar”, dice Marcelo Lombadero, feliz con su flamante designación como director artístico de la Compañía Nacional de Ópera de México. Es su vuelta a la gestión después de mucho tiempo, pero no piensa abandonar su labor en la dirección escénica.

Poco antes de viajar, el director conversó con Clarín sobre los desafios que le esperan en su gestión, que son varios según detalló, y analizó el presente del Teatro Colón con sus nuevas autoridades y la situación de la lírica en general y una crisis que se agravó desde la pandemia.

Marcelo Lombardero en una rueda de prensa en el Festival Casals de Puerto Rico, el evento de música clásica más importante del Caribe. Foto: EFE

“Estoy en un momento muy particular. Esta posibilidad me llenó de júbilo, me dio la oportunidad de volver al ruedo desde otro lugar. Tuve otros ofrecimientos en estos tiempos pero la mayoría me pedía exclusividad y no cuajaba con mi agenda compleja. Tengo una relación con México desde hace muchos años. Siempre fue un lugar donde entendí que podía vivir”, cuenta.

Asegura que se siente más cómodo con el término de director de escena que con el de reggiseur. Explica que es un término antiguo y acotado, que no da cuenta de un rol que tiene que ver con concebir un espectáculo y no tanto con los movimientos de los actores, y está relacionado con la revolución de la puesta en escena que tuvo a Meyerhold como uno de los protagonistas en el siglo XIX.

Nuevos desafíos

Los desafíos más relevantes que le esperan en México, según señaló, tienen que ver con volver a poner a la institución en la escena internacional, poner a los grupos artísticos en relevancia, sumar la formación de directores de escena y crear nuevos públicos.

Además, Lombardero asegura con énfasis que promoverá vínculos entre el Palacio de Bellas Artes y el Teatro Colón. “Hay mucho para hacer. Sobre todo me interesa generar un vínculo fuerte entre la Estudio de Ópera de Bellas Artes (EOBA) y el ISA. El intercambio de artistas es muy importante, también los oficios teatrales. Ya iniciamos conversaciones. Afortunadamente, el Colón cuenta ahora con una división de profesionales que entiendan de lo que estábamos hablando. Además, nos conocemos desde hace muchos años”.

Marcelo Lombardero opina en profundidad sobre ele stado actual del Teatro Colón. Foto: German Garcia Adrasti

-Su designación en México coincide con el desembarco de las nuevas autoridades del Teatro Colón procedentes de Chile y Uruguay. ¿Le hubiese gustado que lo convocaran?

-No. No tengo nada que ver con esta gestión ni quiero saber nada. No me gusta lo que hacen. No me refiero a las autoridades del Colón sino del Gobierno de la Ciudad, y estoy hablando de estos últimos 16 años. Han sido nefastos para la cultura y para el Colón.

-¿Podría ampliar su reflexión y analizar el nuevo contexto para la lírica local?

-Creo que los años que llevamos en esta ciudad gobernada por este signo político han sido de una gran decadencia en términos culturales.

-¿En qué se reflejaría ese impacto en el caso puntual del Teatro Colón?

-En la reducción e imposibilidad de la producción. Para empezar, la reducción de la jornada laboral de los cuerpos artísticos por cambio de salario, hace más de 13 años. No hubo un incremento salarial y se cambió prestación por salario. Y de eso no se ha vuelto, los cuerpos artísticos trabajan la mitad, y no es por culpa de ellos sino de una decisión política.

De eso no se vuelve, lo mismo pasó antes en el Teatro Argentino de La Plata. Las mismas autoridades hicieron lo mismo en los dos lados. Eso para empezar. Otra de las cuestiones tremendas fue sacar los talleres del teatro, porque eso hizo que los trabajadores no entiendan para dónde trabajan, o sea, están haciendo algo que podría ser para el Colón o para cualquier otro lugar.

Marcelo Lombardero se siente más cómodo con el término de «director de escena» que el de «reggiseur». Foto de prensa gentileza Arnaldo Colombaroli/Teatro Colón

-Tengo entendido que había un tema relacionado con la seguridad porque los talleres estaban en los subsuelos y por eso se tomó la decisión de mudarlos.

-Nunca pasó nada. Pero bueno, había otras vías para resolverlo. El obrero, el carpintero, el pintor, el trabajador artesano del teatro, el artista escenotécnico terminaba su jornada, subía al escenario y veía el fruto de su trabajo. Había una sensación de pertenencia. Eso lo rompieron y lo hicieron por razones políticas, para sacar a la gente y disgregarla. En eso tuvieron un éxito increíble.

-¿Benefició en algo la agilidad en la producción?

-No, de hecho la complicó. Y también la encareció.

-¿En qué se encareció?

-Hagamos el siguiente ejercicio. Si construís, por ejemplo, una escenografía para el Teatro Colón a 8 km, la tenés que trasladar desarmada en camiones; llega a Plaza Vaticano y hay un montacoches –no es un montacargas—, se sube todo, se lo baja tres subsuelos, recorre un pasillo de 20 metros y luego se tiene que subir cuatro pisos. El Masterplan dejó a la sala en condiciones, pero la caja escénica en peores condiciones de las que estaba en 2007. Hubo horrores garrafales con el piso del escenario, nadie lo dice, parezco un loco.

-¿Cuáles?

-El piso del escenario del teatro, por ejemplo, ya no es un piso practicable, no hay trampas. En mi producción de Ariadna en Naxos tuve que armar una trampa para que Baco emergiera sobre el foso porque al rearmar el piso no dejaron los huecos practicables para emerger desde abajo, para las trampas, para lo que sea. Podría seguir, pero son cosas muy técnicas.

-Si pensamos bien, las intenciones fueron buenas, y los cambios que menciona tuvieron que ver con buscar modelos de gestión con el propósito de modernizar una estructura de funcionamiento para un teatro con un modelo del siglo XIX.

-Yo nunca pienso bien.

Marcelo Lombardero en 2019. Foto German Garcia Adrasti

-De acuerdo, pero hagamos el ejercicio. ¿Se puede seguir sosteniendo en estos tiempos y contextos un tipo de estructura de teatro del siglo XIX-XX? ¿Cree que hay UN modelo de gestión para este teatro?

-Hay varios modelos de gestión para un teatro como el Colón, más o menos exitosos. Yo tengo un modelo de teatro de producción, en donde lo importante es la producción artística y sus cuerpos artísticos. En eso coincido totalmente con Andrés Rodríguez, actual director de ópera del Colón.

El problema es que el Colón, como todos los teatros sudamericanos, está atado a los vaivenes políticos.

-En ese sentido, ¿le parece que alguna vez se podría implementar los cargos por concurso?

-Sí. Pero tampoco eso te asegura nada.

-Una continuidad

-Sí; siempre y cuando el concurso se gane con la presentación de un proyecto, porque entonces se les puede exigir a las autoridades a partir de ese proyecto, y asegura que cuando se vayan hagan un balance. Este es el punto. Se necesita continuidad para poder planificar.

Manejar un teatro es, en chiquito, como manejar una ciudad, sobre todo un teatro como el Colón: tenés clase trabajadora, personal tercerizado, profesionales, artistas de renombre. Hay todo un espectro social que es como manejar una ciudad.

La gestión actual del Colón

-¿Qué opinión tiene de las nuevas autoridades que asumieron en el Colón?

-Andrés Rodríguez y Gerardo Grieco son dos profesionales intachables que han tenido a su cargo instituciones importantes. Eso, para mí, ya es un avance.

Andrés Rodríguez hizo del Teatro Municipal de Santiago -que era un teatro aislado, menor- uno de los teatros más importantes de Latinoamérica –sino el más importante en su moment–, y no por sus condiciones edilicias ni por lo magnánimo de la sala sino por lo que producía. Para mí, este es el punto.

El Colón, de alguna manera, tiene la maldición de ser ese palacio maravilloso. Y, a veces, el edificio se lleva puesto el producto, lo ves en el público que hoy asiste al Colón. Es un público cada vez menos melómano, que va a expectar un espectáculo pero en realidad el espectáculo es la sala.

Marcelo Lombardero, muy crítico de la gestión actual en la Ciudad y el Colón. Foto German Garcia Adrasti

-En la actual gestión no existe la figura del director artístico, un rol que tiene la función de proyectar una mirada abarcativa y definir el rumbo del teatro. ¿Se puede prescindir de esa figura?

-Sí. Hay muchos teatros que funcionan así. Pero me parece un error y no beneficia a la producción artística. En el Colón creo que responde al interés del control político del Teatro.

-¿A qué se refiere?

-Sin una mirada más amplia de hacia dónde tiene que ir el teatro, por qué, para qué y para quién, el palco escénico se transforma en un coto de caza y una pelea constante de quién produce y quién pone algo ahí. A mí me parece que estas cosas tienen que ver con sostener un control político, más que con una idea artística. Además, permite que no haya una interferencia artística en las decisiones políticas. El espectáculo es una consecuencia no deseada del normal funcionamiento de la burocracia.

-De todas las gestiones que pasaron por el teatro, ¿cuál cree que dejó una huella?

-Para encontrar una gestión que haya dejado un sello de verdad, te tenés que remontar a Renán o García Caffi. No voy a dar concepto de valor sobre ninguno, pero son pocas las gestiones que han tenido una durabilidad en la historia del Colón en los últimos años, y ellos la tuvieron. En el caso de Andrés Rodríguez en Chile, no dejó una huella personal sino de una gestión. Eso es lo importante.

-Y de su gestión, tanto en el Colón como en el Argentino de La Plata, ¿qué considera relevante?

-Las cosas que que quedaron: el TACEC, las Escuela de Artes y Oficios, que más allá de los vaivenes políticos se mantuvieron. No sucedió con el Ópera Studio, pero es lógico porque para que exista debería haber producción y ha menguado mucho.

Me preguntabas al principio de la nota si a mí me hubiera gustado ser director del Colón en estos momentos. Mi primera respuesta fue que no, porque no me hubieran querido. Pero lo que te puedo decir es que, de alguna manera, cada uno está en su lugar.

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