La aparición de Gustavo Cordera en Gelatina, en el programa de Pedro Rosemblat, «Industria nacional», terminó generando una tormenta política y cultural. El músico fue «cancelado» por sus polémicas frases de 2016 justificando la violación de mujeres, y ahora volvió al centro del debate con una entrevista que desató repudios inmediatos, sobre todo del colectivo feminista.
En la hora y media que duró la entrevista, Cordera habló de distintos temas pero el punto más caliente fue al contar cómo atravesó la condena social: “Nunca antes en la historia de la humanidad se vio una organización tan eficiente, tan coordenada y de tanta inversión para la cancelación y persecución de una persona, y de tantos años. Fueron seis o siete años donde no pude tocar en ningún festival, donde no me pasaban en ninguna radio, ni se me podía nombrar”.
Estas palabras generaron un fuerte repudio en el colectivo feminista, porque mientras Cordera se mostró dolido por haber sido “cancelado”, no expresó el mismo nivel de afectación por el daño que causaron sus declaraciones a las víctimas de abuso. En lugar de reconocer el peso de lo dicho, eligió presentarse como víctima de una maquinaria de persecución, reforzando la percepción de que su autocrítica sigue siendo superficial y centrada en sí mismo.
Al ser preguntado acerca de cómo pasó esos años de cancelación, Cordera intentó presentarse como alguien en proceso de introspección. Se volcó a discursos cercanos al new age, habló de reconectarse con la naturaleza y de un supuesto viaje interno. Vale recordar que en entrevistas de esa época llegó a decir que, en esa búsqueda, “conectó” con un grillo. Ahora, en gelatina, habló de cómo empatiza y conecta con los peces. El contraste es brutal: parece más dispuesto a empatizar con un animal o un insecto que con las mujeres que denunciaron haber sido heridas por sus palabras.
La presión y el debate que se armaron fueron tan fuertes que el propio Rosemblat terminó haciendo una autocrítica pública. Reconoció que “sabía que iba a generar repudios” al invitarlo y que subestimó el impacto de la entrevista. Incluso se preguntó a sí mismo: “¿Está mal haberlo entrevistado o está mal cómo lo entrevisté?”. Esa frase mostró que el conductor no solo recibió críticas externas, sino que quedó atrapado en un dilema personal y profesional sobre los límites del periodismo.