El peronismo cordobés vuelve a las urnas dividido en tres listas que dicen diferenciarse, pero en realidad ofrecen más de lo mismo. Juan Schiaretti, Natalia de la Sota y Pablo Carro encabezan las facciones que competirán por las bancas nacionales. Ninguno plantea un cambio real de rumbo, sino la continuidad del Estado sobredimensionado.
Las tres plataformas apelan a la justicia social y al rol activo del Estado, bandera clásica del PJ que ya fracasó repetidas veces. Hablan de federalismo, producción, educación y trabajo digno, aunque la historia demuestra que esas promesas terminan en más gasto público. La retórica difiere, pero el bolsillo del contribuyente es siempre el que paga.
Incluso el discurso sobre derechos humanos y medio ambiente se repite como libreto, con un énfasis más en la corrección política que en soluciones reales. La defensa de sectores vulnerables se transforma en clientelismo, disfrazado de asistencia social. En resumen, el PJ cordobés ofrece variantes de un mismo modelo estatista.
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Viejas recetas con distinto envase
La diferencia central está en la estrategia discursiva: Schiaretti se muestra «moderado», De la Sota critica fuertemente a Milei y Carro agita banderas kirchneristas. Pero detrás de esos estilos, ninguno cuestiona el saqueo fiscal ni el tamaño del Estado. Todos buscan la cuota de poder que les permita seguir manejando recursos ajenos.
Defendamos Córdoba insiste con su relato provincialista, reclamando compensaciones y subsidios. Provincias Unidas promete un “país normal”, aunque sin tocar privilegios políticos. Fuerza Patria va más lejos, con consignas de izquierda y críticas a Milei, defendiendo un modelo populista que llevó al país al borde del abismo.
Las diferencias en género, diversidad o política exterior son más gestos simbólicos que compromisos concretos. Unos hablan de Mercosur, otros de diversidad, pero ninguno encara el problema de fondo: el estatismo que asfixia la producción. La fragmentación del PJ no es ideológica, sino una pelea por caja.
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Tres facciones, un mismo negocio político
El peronismo cordobés se disfraza de pluralidad, pero en esencia sigue atado a la idea de que todo debe depender del Estado. Cambian las caras y los slogans, pero el esquema de privilegios se mantiene intacto. No hay un solo proyecto que reduzca impuestos, baje el gasto o devuelva libertad a los ciudadanos.
Detrás de las diferencias de tono, las tres listas muestran el mismo objetivo: controlar recursos públicos para perpetuar la maquinaria partidaria. La justicia social y el federalismo se vuelven excusas para mantener clientelas políticas. Y mientras tanto, Córdoba paga con impuestos cada experimento del PJ.
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El votante cordobés tendrá que elegir entre: tres versiones de un mismo fracaso o un modelo de cambio como lo es La Libertad Avanza. Ninguna de las primeras tres representa un cambio verdadero hacia la libertad económica.
Las facciones del PJ no se enfrentan por ideas, sino por quién se queda con la llave de la caja. La elección es clara: o se vota continuidad estatista, o se apuesta al cambio real.