POLÍTICA
Doce candidaturas presidenciales no llegaron ni al 1% mientras ADN y RC coparon el poder
En Ecuador ya no existen partidos políticos sólidos, sino tiendas electorales improvisadas. El fenómeno quedó al desnudo en las elecciones generales de 2025, donde solo dos fuerzas alcanzaron más del 88% de los votos válidos y el resto apenas figuró.
La herencia del socialismo y del correísmo provocó una degeneración del sistema político, basado en caudillos, candidaturas prestadas y movimientos que nacen y mueren según el ciclo electoral. El resultado es una representación sin contenido ni arraigo social.
Partidos históricos como el PSC y Pachakutik perdieron presencia significativa en la Asamblea. Construye, que alguna vez lideró el Legislativo, hoy tiene solo una curul. El resto desapareció del mapa parlamentario sin dejar huella.
La normativa electoral no exige pruebas de militancia ni actividad partidista real, por lo que cualquier actor con capital puede inscribir listas y prestarlas como negocio. La falta de control del CNE ha sido cómplice de esta decadencia.
| La Derecha Diario
ADN y la Revolución Ciudadana se reparten 134 de las 151 curules. Esto significa que los otros partidos están políticamente liquidados, sin figuras visibles ni estructura que los respalde de cara a futuros procesos seccionales.
Las reformas al Código de la Democracia son urgentes, pero las autoridades electorales han actuado con pasividad. Mientras tanto, cada nuevo proceso electoral se llena de nombres que nadie conoce y que no representan a nadie. La única alternativa para salvar la institucionalidad democrática es obligar por ley a la existencia de partidos con vida orgánica, formación de cuadros, democracia interna y representación verificable. De lo contrario, el país seguirá en manos de maquinarias políticas sin alma.
El correísmo destruyó los partidos con su modelo personalista y clientelar. Y ahora, tras su propio colapso, dejó tras de sí un páramo político donde solo sobreviven las agrupaciones con capacidad de controlar el poder o resistirlo.
Sin renovación ni alternativas reales, la democracia ecuatoriana se convierte en una ficción cada cuatro años.
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