Así el gobierno de Estados Unidos impuso aranceles a 185 países, según una fórmula simplificada que divide el déficit de EE.UU con cada país (Ejemplo con China u$s295 mil millones) en relación a las importaciones procedentes de China (u$s440 mil millones). Esa división da 0,67% y entonces impone un sobrearancel por la mitad de dicho valor, en este caso el 34%.
Otros países como México y Canadá sufrieron aranceles adicionales por el 25%, la Unión Europea el 20% y diversos países de América del Sur un 10% (Argentina, Brasil, Chile, Colombia y Perú). No hubo distinciones para una Argentina que vuelve a una versión recargada de “relaciones carnales”, como para “gobiernos comunistas”.
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China tiene superávit comercial con la mayoría de los países a los que Trump impuso aranceles
Reuters
La respuesta de Trump intenta paliar el fuerte déficit de Estados Unidos con el resto del mundo que desatará una fase más ríspida de guerra comercial. Ciertamente un déficit generalizado como tiene EE.UU no se debe exclusivamente a prácticas desleales de comercio que deban eventualmente penalizarse, cumpliendo las normas internacionales, sino a un modelo en crisis donde transnacionales norteamericanas se benefician de producir en países con menores salarios y mayores beneficios de diverso tipo, generando un déficit comercial récord que financia con deuda el resto del mundo. Hasta ahora primordialmente China.
El auge del proteccionismo en la cara de Trump
Pero más allá de estas medidas extremas, este auge del proteccionismo global que vivimos desde 2008, con medidas arancelarias, paraarancelarias y sanciones diversas, implica el fin también del orden económico internacional de la postguerra, donde el multilateralismo y la Organización Mundial de Comercio revelan crudamente su obsolescencia.
Más allá de los impactos recesivos e inflacionarios de corto plazo que se ciernen sobre el planeta, repasemos los impactos sobre Argentina. También aquí podemos analizar los aspectos superficiales y profundos.
Empecemos por lo más visible, la volatilidad de los mercados genera caídas en los diversos mercados, aumento del riesgo país y presiones devaluatorias. Los aranceles afectan especialmente al acero argentino, el aluminio y las autopartes automotrices con pérdidas potenciales en exportaciones por u$s1.000 millones. Menores exportaciones y una merma en la actividad y en el empleo golpean por diversos canales a la Argentina.
El contexto y las políticas de Trump provocan una fuerte caída en el precio del petróleo, si bien esto genera un cierto alivio en la inflación, deteriora el superávit energético que paliaba el deterioro de nuestro balance de pagos: unas importaciones que en Argentina crecen al 30% anual contra solo 10% de las exportaciones. El impacto en el precio de los productos exportables de Argentina por ahora es negativo. La soja cayó un 5% en dos días.
Así la guerra comercial nos afecta por el canal financiero y por el canal comercial doblemente en precios y cantidades.
Ciertamente las medidas de Trump originaron una represalia similar de China y de otros países. Lo que provoca que las corrientes de comercio se verán alteradas. Esto implica potenciales oportunidades para Argentina para exportar a diversos países incluida China, productos que muchas naciones compraban a los Estados Unidos.
Con relación a los aspectos más estructurales y profundos, la respuesta de políticas del Gobierno a este contexto, es profundamente equivocada. Si ya constituía un serio error estratégico en 2024 una apertura de la economía en un mundo proteccionista, que se paga con una restricción externa que agudiza la escasez de divisas con un Banco Central con reservas netas líquidas negativas en u$s11 mil millones, la respuesta al actual contexto es aún más grave.
El pedido desesperado de ayuda a los Estados Unidos con el FMI, coronado con un viaje presidencial improvisado, en que no hubo ni foto con Trump, ni reducción de aranceles, se suma al ofrecimiento rechazado de un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos. La respuesta de Claver Carone, representante para América Latina del Gobierno de EE.UU fue lapidaria. Para que Estados Unidos considere “ayudar” el precio es cancelar el “swap” con China. Lo que implica resignar u$s13,1 mil millones de dólares, con reservas negativas. ¿A cambio de cuanto y de qué? De mínima el costo de indisponerse con el mayor comprador del mundo, el mayor inversor y el primer financiador del planeta: China.
Lo cierto es que una estrategia se subordinación con Estados Unidos, que está perdiendo la guerra hegemónica, constituye el mismo error que cometió el Gobierno de Justo en 1933 al firmar el Pacto Roca Runciman: Subordinarse a Inglaterra cuando Estados Unidos emergía como potencia hegemónica. Ello no implica subordinarse a China ni a ninguna potencia extranjera, sino retomar una estrategia multipolar que defienda el interés de la Nación.
El error que no cometieron los conservadores argentinos de esa época fue que implementaron a pesar de sus simpatías ideológicas una política proteccionista y la construcción de un Estado presente, que defendió la producción nacional. Milei comete el doble error subordinarse a una potencia declinante y hacer políticas absolutamente irracionales dado el contexto.
Qué tiene que hacer Argentina en este contexto
El proteccionismo no es una cuestión ideológica es una respuesta de defensa del interés nacional incluido el de la mayoría de los sectores empresarios de Argentina. Las políticas que inspiró Keynes en la preguerra y en la postguerra las aplicaron tanto gobiernos de izquierda o derecha. Políticas según el clima de época. No estamos en los 90. La historia parafraseando a Fukuyama no tuvo fin.
Así como el Congreso de la Nación se unió para frenar una barbaridad institucional como el nombramiento de jueces de la Corte por Decreto, el Parlamento puede ser el ámbito para repensar nuestra política exterior e impulsar leyes con políticas de Estado imprescindibles en una virtual “guerra”, más allá de las diferencias partidarias.
Son necesarias medidas de emergencia de corto plazo que incluyan una política económica que frene el genocidio del aparato productivo, con medidas arancelarias y de impulso del mercado interno. También un plan de desarrollo de mediano y largo plazo, que nos permita salir de la “restricción externa”, el estancamiento y la grave crisis social que con estas políticas puede escalar dramáticamente.
Se necesitan políticas de Estado que impulsen profundizar el Mercosur, no solo con una lógica comercial, sino de desarrollo y articulando con otros países del mundo, especialmente del Sur Global, donde hay numerosas oportunidades de comercio u de inversión.
Un Mercosur profundizado y ampliado, articulando con Brasil, BRICS y otros espacios implica la posibilidad de aumentar exportaciones, inversiones, infraestructura y financiamiento, sin condicionalidades de ajuste e inequitativas, en un mundo con serios riesgos recesivos e incluso depresivos tal como ocurrió en los años 30.
Una guerra comercial puede devenir en un conflicto mayor. Las transiciones hegemónicas nunca son suaves y no hay margen de error. La situación mundial es grave y el conflicto por la hegemonía puede escalar seriamente y por ende la crisis argentina puede profundizarse. Es necesario un giro de 180 grados, antes de que sea tarde.
El Gobierno con una agenda ahistórica perdió la brújula. ¿Será que perdió el Norte?. ¿El sur tendrá la respuesta?. De nuevo, no es una cuestión ideológica. Tampoco una cuestión de clase. Mero sentido común para evitar la disolución nacional, que arrastrará a una fracción mayoritaria de los sectores más favorecidos, y al conjunto del pueblo argentino. ¿Estará la oposición a la altura, incluyendo incluso algunas fracciones que han apoyado a este Gobierno, pero con sentido común y de Nación para evitar el desastre?