domingo, 16 marzo, 2025
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Hernán Casciari: La vorágine digital cambió todo, incluso la relación con mis hijas

Hay un momento en el que un hombre se convierte en un hombre hecho por sí mismo. ¿Cuándo ocurre? ¿Es un cambio silencioso? Las preguntas –esas hipótesis– alcanzan para darle impulso a la idea de Hernán Casciari transformado en Hernán Casciari. Un gran cambio. Casciari, el escritor, reivindicado como un “creador de contenidos”, se transformó en él mismo. Otro Casciari. Su nombre resuena entre los paladines de la independencia creativa desde que la internet 2.0 transformó las reglas del juego comunicacional y abrió nuevas posibilidades. En ese contexto, su obra y, en especial, su forma, se convirtieron en faros para quienes buscaban incursionar en esos territorios desconocidos.

El weblog Más respeto que soy tu madre causó sensación. Casciari creó a Mirta Bertotti, una ama de casa de 52 años nacida en Mercedes –la ciudad en la que nació el autor– para exorcizar el peso de la realidad política de 2001. Mirta, filósofa barrial en chancletas, narra con el inconsciente al aire los altibajos de su vida y su familia con un lenguaje que desafió al imperio costumbrista. Hiperrealismo. La mujer común que, entre risas y frustraciones, encarna un modelo de autenticidad que hoy puede rastrearse en las redes condensado en la figura del influencer.

Antonio Gasalla protagonizó la obra de teatro Más respeto que soy tu madre

En Más respeto…, Mirta se dirige a su hijo Caio como “el Caio”; bautiza con apodo a su moto –Tatadiós– o se mete sin rodeos en la sexualidad de su hija Sofía. A continuación, un diálogo en el que la protagonista y su marido hablan de sus hijos con la fuerza reproductiva de los hábitos que anidan en los comedores diarios de las casas:

—¿Alguna novedad, gorda? —me pregunta Zacarías en el almuerzo.

Así que tomo aire y le cuento las cosas yo, antes de que se entere por otro lado:

—El Nacho es marchatrás, viejo, me acabo de enterar que tiene un novio que se llama José María. La Sofi va en camino de ser putita barata: ahora se revuelca con el hijo del carnicero, ese con cara de yo no fui. Y el Caio quiere ser campeón argentino de sacarle fotos a su propia mierda… Yo no doy más, viejo —le dije de un tirón. El Zacarías se sacó el cinto, dejó la comida por la mitad y se fue a la vereda, caliente como una pipa. Lo perseguí para que no hiciera ninguna macana.

—¿Qué vas a hacer, a quién vas a fajar? —le pregunto.

Y me contesta con su lógica de siempre: —¡A quién va a ser! ¡Al que llegue primero!

La conexión con lo cotidiano a través de la máscara de Mirta, liberó a Casciari. Sus seguidores reconocieron una noción de las miles de facetas del adn argentino. “Muchos sospechaban que los tres capítulos semanales de la ama de casa no eran vivencias reales, pero otros todavía creían en la existencia verdadera de Mirta, la narradora. Tenía una dirección de correo electrónico a la que llegaban muchos mensajes privados, casi todos divertidos y cariñosos. Yo revisaba cada noche esa casilla de mails y contestaba como si lo hiciera Mirta: ‘Gracias, corazón, un besote’. Los lectores habían empezado a convertirse en una comunidad; llegaban de todas partes del mundo. Ninguno conocía la edad ni el nombre real de nadie, pero sí sus seudónimos de internet. A toda esa primera camada de alias prehistóricos les deberé siempre la energía inicial”, agradece el creador cuando habla sobre el alcance de la tira.

Hernán CascianiVera Rosemberg

Escrita entre finales de 2003 y comienzos de 2004, despertó la atención de la señal Deutsche Welle –la cadena internacional de noticias de Alemania–, que premió al blog como “el mejor del mundo”. El fenómeno se concretó con la llegada de la obra al teatro, bajo la dirección de Antonio Gasalla. “Un productor argentino se enteró del premio, nos asociamos. Le propusimos a Antonio que la adaptara, pero se negó. Su justificación fue que él no hacía cosas escritas por otros. Al año, cuando se publicó el libro, lo compró: recordó que se la ofrecimos y nos llamó. Pidió adaptarla, dirigirla y protagonizarla. El éxito fue arrollador: cuatro años en cartel, más de un millón de entradas vendidas”, narra Casciari.

Su voz surcó redes y pantallas hasta alcanzar la industria editorial. Casciari llamó la atención de ese mundo en tiempos en los que los blogs sacudían el ciberespacio, anunciaban una nueva manera de hacer literatura, más cercana al lector. Sin depender de las grandes editoriales ni de los círculos tradicionales del poder literario, construyó un espacio propio.

Casciari se refiere a su método de trabajo con una descripción de su personalidad: “Soy autogestivo porque no me gusta hablar mucho con la gente, tener que explicar cosas, agendar reuniones. Hicimos una revista como Orsai porque fui amante de las revistas desde muy chico. Me crie leyéndolas. Cuando con Christian Basilis, mi amigo y socio, creamos la editorial y la revista Orsai, decidimos no golpear las puertas de nadie. Buscamos una comunidad que tuviera ganas de tener ese medio. Que digan ellos cuándo se termina. Para mí la carga es aquel método tradicional por el cual supuestamente se mantienen los medios”. Lo dicho: la creación del blog Orsai hizo que se despojara definitivamente de los adornos del sistema editorial.

Casciari abrazó una forma de independencia que sacudió el panorama de la literatura digital en habla hispana. En los 2000, escribir un blog era como abrir un parri pollo o una cancha de pádel en los 90, pero esta movida fue diferente. Al principio era un espacio en el que compartía textos y reflexiones, pero pronto se convirtió en un fenómeno cultural. El blog funcionó como una plataforma de publicación –Mirta Bertotti fue su conejillo de indias–, convirtiéndose en un espacio de intercambio con los lectores que jugaron un rol importante en el desarrollo de los procesos creativos.

La recién estrenada serie «El mejor infarto de mi vida», con Alan Sabbagh, está inspirada en el infarto que Casciari sufrió en Montevideo, en 2015Cleo Bouza

La edición en papel de la revista Orsai elevó la ambición del proyecto: 212 páginas de crónicas y cuentos escritos en castellano, firmados por autores consagrados y acompañados de ilustraciones. Sin fotos ni publicidad, la distribución se organizaba desde su página web. Este 2025, Orsai en papel celebra quince años.

Un cruce de caminos favoreció la metamorfosis de Casciari. A medida que su popularidad crecía, se mudó a Barcelona y amplió su horizonte al trabajar con nuevos medios y públicos. En ese contexto, continuó explorando la literatura como un vehículo para hacer comentarios sobre la vida, la sociedad y las contradicciones del mundo moderno.

Publicó libros de cuentos, entre ellos, Dentro de cuatro años voy a ser grande, Messi es un perro y El fútbol ha dejado de existir. Algunos están disponibles en su página web, donde la lista se amplía con más títulos. El cuento que consiguió más resonancia fue “La valija de Messi”, difundido tras la consagración de la selección argentina en el Mundial de Qatar 2022. Se hizo viral, llegó a oídos de su protagonista y su esposa, quienes le agradecieron con un mensaje a través de una radio argentina. Casciari amplió su espectro multifacético: podcasts, series y películas forman parte de la plataforma Orsai, un caleidoscopio que se sacude como una coctelera.

“La metodología de la sección Audiovisuales es similar a la de la revista. Orsai produce series y películas a través del sistema de socios sostenido en la colaboración y el compromiso colectivo”, remarca la importancia de los aportes comunitarios. Así, Orsai produjo las películas La uruguaya (adaptación del bestseller de Pedro Mairal); Más respeto que soy tu madre y Muchachos, la película de la gente –junto a Pampa Films, con imágenes de los fanáticos argentinos–. Todas se encuentran disponibles en la plataforma Disney+. En la lista de obras hay un film animado sobre el arquero de la selección Emiliano “Dibu” Martínez (titulado Emi, el ilustrador es Liniers); el debut como director de Diego Peretti (La muerte de un comediante) y la serie Canelones.

La señora que me parió, obra de Hernán Casciari

En Disney+ acaban de estrenar El mejor infarto de mi vida, protagonizada por Alan Sabbagh, y el bautismo llegó con premio: es la primera serie argentina de la compañía que tiene un lanzamiento global. La comedia dramática está inspirada en el infarto que Casciari sufrió en Montevideo, en 2015. Esa experiencia se convirtió en un cuento y, también, en un modelo de superación.

Sobre cómo se ve reflejado en la ficción comenta: “Estoy bastante acostumbrado a ‘autoficcionarme’, pero en esta serie estrenada en Disney+ no me involucré para nada; lo único que hice fue venderles los derechos de la historia. Estaba ocupado en otros temas y pedí no participar. Me veo y no me veo. El protagonista, cuyo nombre es Ariel, es un poeta, ghostwriter, no es fiel a lo que me pasó en Uruguay, sino una versión libre. No es el caso de la serie Canelones, que también se estrenará este año, en la que Diego Barassi se llama Hernán y la madre, como la mía, Chichita”.

El avance distópico

“Es una peli la vida política actual. No, una serie: Black Mirror. Vino un futuro distópico, se metió acá adentro. Acá estamos: no sabemos bien qué hacer. Hay que ver cómo lo atajamos”, reflexiona sobre la sensación de estar atrapados entre el miedo al futuro y la necesidad de adaptación.

Un año y medio después de su infarto, Casciari presentó el número de regreso de Orsai en el Auditorio BelgranoGentileza Alejandro Guyot

–¿Cuánto afecta la crisis política a Orsai?

–Orsai no se mueve en base a la coyuntura. Es una de las líneas de nuestro emprendimiento. Gracias a que no pensamos en el Estado como proveedor de publicidad, es que nada cambia. Así como tampoco le pedimos nada a las empresas. Nosotros no sentimos el cimbronazo que sintieron otros proyectos culturales sentados en uno o en los dos bancos. Como nosotros no tenemos ese banco, seguimos. Nos pasó lo mismo en la pandemia: continuamos sin problemas.

–Viajemos a tu infancia: ¿tenés registro de cómo reconociste la literatura?

–Aprendí a leer y a escribir antes de comenzar la escuela primaria. Se lo pedí a mi viejo. Estaba fascinado con un juguete: la máquina de escribir. Como aprendí a leer y escribir a tan temprana edad, consumí también libros. Leía cuentos, poesías, le escribía cartas a mi abuela. Me gustaba comunicar. La primera vez que sentí algo novedoso fue entre los diez u once años. Tenía una bolsa enorme de arpillera que me regaló una tía; agarraba de ahí los libros que me regalaban. Un día tomé un libro de cuentos de Edgar Allan Poe y al azar encontré El gato negro. Comencé a leerlo a la tardecita y lo terminé antes de la cena. A la noche no pude dormir. El cag… que me pegué no lo había sentido nunca, incluso con la literatura que había leído en ese momento, que era de aventuras, como Tom Sawyer. No podía apagar ese sentimiento de miedo. Pensé: ‘Qué loco que un tipo que está muerto escribiera en otro país algo que ahora me está haciendo cag… de miedo. Guau, esto está bárbaro. Quiero conseguir ese efecto, que lo sienta otro con lo que yo escriba’.

–¿Considerás la escritura un acto solitario?

–Lo fue en ese momento que te conté recién. Y no fue ni un 5% de lo que me empezó a causar en 2002, cuando escribías, apretabas enter y una bocha de gente te decía cosas sobre ese cuento. No era mi cuento, era una función de teatro semanal. Creo que eso no se paga con nada. Lo que consiguió internet con el hecho de contar historias es alucinante; es mucho mejor que lo que sucedía antes.

–En el Paseo La Plaza comenzó la escuela de narrativa Orsai, ¿de qué se trata?

–Es una prueba que, si anda bien, nos reportará mucho talento. Le pedí el espacio al Paseo La Plaza por tres meses; quiero ver si me da el piné. Se ofrecen distintos cursos, algunos ya se agotaron, pero hay muchos para elegir. Es algo lúdico, me encanta jugar con mi familia y mis amigos. Creo que la educación de la UBA, TEA, etcétera está anclada en el siglo veinte. Ya no estamos en el siglo veinte. Hoy un creador de contenidos no es un tipo que escribe, es un equipo. Queremos formar eso.

Más respeto que soy tu madre, Hernán Casciari, llegó a la pantalla grande con dirección de Marcos Carnevale

–Luego de la escuela de narrativa, ¿qué fantaseas ser?

–Mi fantasía llega hasta que deja de divertirme algo. Esto de la escuela, más allá de las necesidades, es algo divertido. Me convoca por cuestiones genuinas.

–Se viralizó un video en el que rechazaste un pago en bitcoin que Mario Pergolini te ofreció por tu trabajo. Hoy, ese pago equivaldría a 150 millones de dólares, ¿qué harías con ese dinero?

–Tengo una relación relajada con la guita. Con la guita me divierto, cuando tengo mucha o cuando tengo poca. En todo caso lo que haría son proyectos. Cuando sos autogestivo no hay que ser codicioso; lo que importa es el concepto.

–Tenés dos hijas, ¿cómo se llevan con tu fama?

–Nina tiene veinte años; Pipa, siete. Nina sufrió más la exposición porque cuando era chica yo escribía mucho, era escritor (risas). A los doce años me pidió que no escribiera más sobre ella en internet. Por un tiempo dejé de hacerlo. Cuando cumplió 18 se le pasó el berrinche del anonimato adolescente, incluso se subió conmigo al escenario. Pipa es nativa digital, le importa un huevo si hablo o no de ella; lo único que quiere es tener más seguidores en Instagram. La vorágine digital cambió todo, incluso la relación con mis hijas.

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