viernes, 21 febrero, 2025
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La última frontera del cinismo gubernamental: barrer la banqueta o pagar multa

El gobierno de Guadalajara ha decidido innovar en materia de recaudación fiscal con una medida digna de la época colonial: si no barres la banqueta frente a tu casa, te multan. Así, la alcaldesa Verónica Delgadillo convierte lo que es una función constitucional del municipio en una obligación del ciudadano, con el elegante detalle de que, si no cumples, te cae el garrote.

Que no se nos olvide: la limpia es un servicio público municipal según el artículo 115 de la Constitución. Es decir, los ayuntamientos deben encargarse de mantener en buen estado las calles y banquetas. Pero en México, donde la cultura del encaje está más arraigada que el mole en los manteles de las fondas, el gobierno encontró una forma brillante de hacerte pagar dos veces: primero, te cobra el predial (porque resulta que ser dueño de algo amerita tributo eterno), luego se apropia de las banquetas sin compensar a los fraccionadores, y para rematar, te obliga a limpiar la vía pública que ahora es de su propiedad. Un genio de las finanzas públicas no lo habría planeado mejor.

Esto no es nuevo, es simplemente la lógica gubernamental mexicana llevada a su última consecuencia. Es lo mismo que pasa con la salud pública: el IMSS te quita dinero cada mes para brindarte un servicio que, en la práctica, es tan deficiente que acabas pagando consulta privada. Lo mismo con la justicia: te obligan a resolver disputas en arbitrajes privados porque los tribunales no sirven. Y ahora, con las banquetas, el mensaje es claro: el Estado es un lastre ineficiente, pero jamás renunciará al derecho de vaciarte los bolsillos.

Hay quien defiende esto con una especie de nostalgia chespiritesca: barrer la banqueta es una entrañable tradición, como el chocolate abuelita con pan o las posadas con su respectivo “ándale Juana, no te dilates”. Lo pintan como un acto de civismo y buena educación, como si no se tratara de una obligación descaradamente impuesta por el gobierno. Distinto sería si la multa fuera por ensuciar la vía pública: ahí sí hay una conducta sancionable. Pero el simple hecho de que las hojas caigan de un árbol y no las recojas… pues qué crees: ¡multado!

El problema de fondo es que el concepto mismo de “banqueta” en México ya está viciado. En muchos países, la zona peatonal puede o no formar parte de la propiedad privada, dependiendo de su diseño. En Guadalajara, en cambio, el fraccionador entrega calles y banquetas al municipio sin recibir ni un quinto a cambio. Pero mágicamente, el gobierno municipal regresa y te dice: “a ver, súbale tantito, que lo suyo es mío, pero lo mío no es suyo y si no barre, hay multa”.

La solución, por supuesto, no es la ocurrencia medieval de imponer deberes sobre bienes de gobierno y multar al súbdito que no obedezca. Si el municipio no puede hacer su trabajo, que cobre por la limpia como un servicio adicional, no como un castigo. Que licite empresas privadas para el mantenimiento de las banquetas, que incentive sistemas de limpieza urbana eficientes y que, en todo caso, reduzca impuestos si va a transferir sus responsabilidades a la ciudadanía. Pero lo que no se puede permitir es este “doble cobro” donde el Estado se embolsa el dinero y luego quiere poner a los contribuyentes a trabajar gratis.

Si el gobierno no quiere hacer su chamba, que al menos tenga la decencia de dejar de cobrar por ella. O mejor aún, que desaparezcan los municipios, porque si su gran aportación a la sociedad es meterle la mano en el bolsillo al ciudadano para que haga su trabajo… pues vaya que nos ahorraríamos un buen dinero eliminándolos.

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