jueves, 20 febrero, 2025
InicioSociedadEl memorable legado de Garth Hudson, el virtuoso músico de Bob Dylan...

El memorable legado de Garth Hudson, el virtuoso músico de Bob Dylan y The Band

Con un clavicordio, una pedalera wah-wah, un afinado piano acústico, un saxo nostálgico, un prodigioso órgano, entre otros instrumentos, el multiinstrumentista le otorgó a no pocas canciones de The Band, y a varias del autor de «Hurricane», una pátina de delicadeza armónica que las volvía únicas. Creía que cada instrumento contaba con el equivalente a un sentimiento; si el músico tenía imaginación y tocaba con audacia, ese sentimiento iba a despertarse en algún momento de la ejecución

Juan Aguzzi

Los músicos a los que se admiraba por cómo tocaban, lo mucho que aportaban en las formaciones de las que eran parte en las prodigiosas décadas del 60, 70, 80, se van muriendo. Viene pasando desde hace algunos años y se lamentan las desapariciones y a la vez suele ser la excusa para revisar lo que hicieron. Garth Hudson, el genial tecladista que hacía brillar su piano, sus sintetizadores, su trompeta, y tenía especial predilección por los sonidos arrancados a su órgano Lowrey, una batería de instrumentos con los que brindó a The Band –el increíble grupo que acompañó a Bob Dylan entre los años 1965-67– una superlativa densidad sonora, partió la reciente última semana de enero.

Hudson era un virtuoso de los que no abundan; tuvo una formación clásica y prácticamente autodidacta por fuera de su aprendizaje con un pastor protestante que amaba el rhymth & blues y lo condujo por sus primeros rudimentos en el órgano de su iglesia. A partir de allí, Hudson descubrió que cada instrumento contaba con el equivalente a un sentimiento; si el músico tenía imaginación y tocaba con audacia, ese sentimiento iba a despertarse en algún momento de la ejecución y se conseguiría un clima de elevación para la canción en cuestión. De este modo Hudson, con un clavicordio, una pedalera wah-wah, un delicadamente afinado piano acústico, un saxo nostálgico, una insinuante acordeón, entre otros instrumentos, le otorgó a no pocas canciones de The Band, como “Up on Cripple Creek” –compuesta por Robbie Robertson, guitarrista y líder del grupo–, “Rag Mama Rag”, “It Makes No Difference”, una pátina de delicadeza armónica que las volvía únicas.

Hudson era el único  que no cantaba entre los miembros de la influyente banda con la que Dylan tocó algunos de sus mejores temas e hizo infinitas giras por el interior estadounidense, aunque su presencia fue siempre destacada, sobre todo en la ejecución del órgano, con la que cincelaba atmosféricamente algunos pasajes, como por ejemplo en “Chest Fever”, otra composición de Robertson, decididamente inclinada hacia el hard-rock.  En 2002, durante el reestreno de The Last Waltz, el efectivo documental que filmó Martin Scorsese sobre el último concierto de The Band, Hudson hizo algunas apreciaciones afirmando que siempre se trató de una formación con mucha disciplina y que había también mucha libertad para tocar y dar vuelo a las canciones, es decir, dotar de “alma” a aquello que estaba escrito en un papel. También reconocía el lugar de Dylan en las grabaciones. “Había una discusión informal, antes de cada grabación. Había ideas flotando e historias escritas. Y luego las convertíamos en canciones. Buscábamos palabras, frases y situaciones que valieran la pena escribir y cuando las tocábamos tratábamos de darles algo más. Creo también que Bob Dylan nos mostró disciplina y una preocupación eterna por la calidad de su arte”, había dicho Hudson en aquella oportunidad.

The Band en su mejor época. Hudson en la silla

Deliciosas líneas de poder y belleza musicales

Primogénito de una pareja de músicos, Hudson nació en Windsor, Ontario, en 1937. Actuaba y escribía en su adolescencia y de a poco fue entrando en el universo de la música. Cuando cumplió veinte años ya tocaba en The Capers, su primera banda de rock, y de alguna forma le preocupaba que sus padres aprobaran cómo tocaba, algo que sucedió tardíamente. Su primer trabajo pago tocando el piano, lo tuvo cuando fue contratado por el cantante y compositor Ronnie Hawkins, que lo contrató como “consultor musical”, pagándole 10 dólares a la semana, una suma significativa a comienzos de los 60. “Era un trabajo”, dijo Hudson en esas declaraciones de 2002. “Tocar en un estadio, tocar en un teatro. Mi trabajo era proporcionar arreglos con rellenos detrás de buenas letras y voces y sugerir a veces lo que me parecía que iba a enriquecer cada tema”.

Evidentemente, esa también fue una buena escuela para Hudson, que así iría ocupando un lugar preponderante en los grupos que integró, convirtiéndose casi en el combustible útil para encontrar deliciosas líneas de poder y belleza musicales. En 1967, Dylan estaba recluido tras el accidente de moto donde casi se mata y junto a Hudson, Danko y Manuel se establecieron en la comunidad artística de Woodstock –apenas dos años antes de que se produjera el legendario festival– y escribieron y ensayaron en una vieja casa toda pintada de rosa fuera de la cercana ciudad de Bethel. Hudson estuvo a cargo de los controles de grabación haciendo las tomas de más de 100 canciones, que luego circularían como grabaciones pirata y más tarde, ya remasterizadas y editadas en conjunto, se conocerían como The Basement Tapes. Con frecuencia citadas como la base de la música “de raíces” y “americana”, las canciones iban desde viejos temas folk, country y rítmicas de los Apalaches hasta composiciones fusionadas como “Tears of Rage”, “I Shall Be Released” y “This Wheel’s on Fire”. Las grabaciones de Hudson habían estado perfectas.

Por eso se considera que Hudson fue un engranaje fundamental para The Band luego de toda una serie de experiencias musicales que terminarían conformando una estética definitiva para la formación. Algo que Dylan reconoció y sintió que funcionaría muy bien con sus propias composiciones; encontró un sonido que le dio el puntapié inicial para pegar el giro más importante de su carrera, cuando abandona lo acústico y opta por lo eléctrico, logrando algunas de sus interpretaciones más conmovedoras –e incluso tormentosas– que le granjearían el desprecio de quienes solo querían escucharlo en el plano folk y renegaban del eléctrico. Fuera como fuera es indudable que a partir de esa unión ya hay otro Dylan y The Band le calzaba impecable al juglar de Minnesota y, como siempre, mucho tuvo que ver Hudson en eso.

El último en unirse a The Band

Luego de la separación de Dylan, The Band grabó Music from Big Pink (1968), su primer disco  cuyo sonido era radicalmente diferente de lo que venía haciendo con el autor de “Hurricane”. En 1969, grabaron el disco homónimo The Band, que muchos aún lo consideran el mejor de la banda y que a menudo estuvo clasificado entre los mejores discos de rock de todos los tiempos. Le siguieron varios exquisitos registros, tales como Stage Fright (1970), Cahoots (1971) y Northern Lights/Southern Cross (1975), este último un álbum que trajo a Hudson elogios especiales por su afiatado trabajo en los teclados. En 1978, The Band organizó el mencionado concierto estelar filmado por Scorsese, y que con tono de despedida se conocería como The Last Waltz, donde tocaron Dylan, Eric Clapton, Neil Young, Van Morrison y Muddy Waters entre otros. Una tensión nunca resuelta entre Robertson y Helm –que Hudson, que había sido el último en unirse a The Band, trató de aplacar infructuosamente–, llevó a una ruptura completa del grupo antes del lanzamiento del documental en 1978.

Más tarde, Hudson tocó por un tiempo con la banda inglesa The Call; integraría varias re-uniones  posteriores de The Band, junto a Danko, Hudson y Helm; colaboró en álbumes solistas de Robertson y Danko; y se unió a Danko y Helm para una re-interpretación de The Wall, el disco de Pink Floyd durante la caída del Muro de Berlín. Otras participaciones fueron en discos de Van Morrison, Leonard Cohen y Emmylou Harris. También tuvo sus propios proyectos y una curiosidad resulta que su primer disco solista, llamado The Sea to the North, salió el día de la caída de las torres gemelas el 11 de septiembre de 2001. En 2005, formó una banda de 12 miembros llamada The Best!, con su esposa Maud en la voz principal. Garth Hudson Presents: A Canadian Celebration of The Band fue un homenaje en vivo a la ya histórica formación donde tocaron  Neil Young y otros músicos canadienses.

Hudson, quien vivía en una casa ubicada al norte de Nueva York en el momento de su muerte, era el de más edad entre sus compañeros y, paradójicamente, fue el último en morir, luego de que Robertson falleciera en 2023 tras una larga enfermedad. El tecladista y también baterista Richard Manuel se suicidó en 1986; el bajista Rick Danko murió mientras dormía en 1999 y al baterista Levon Helm se lo llevó un cáncer en 2012. The Band había sido formada a principios de los 60 del siglo anterior como banda para secundar al cantante Ronnie Hawkins, llamándose originalmente The Hawks y contaba con Helm, nacido en Arkansas, y cuatro canadienses, el propio Hudson, Danko, Manuel y Robertson. En 1994 fue incorporada al Salón de la Fama del Rock and Roll.

En los últimos años, Hudson tuvo problemas económicos, puesto que había vendido su parte en The Band a Robertson y pasó momentos muy duros. Perdió una casa por una ejecución hipotecaria y vio cómo muchas de sus pertenencias eran subastadas en 2013 cuando se atrasó en los pagos. Como tantos otros músicos de verdadera inventiva, tal vez Hudson no haya tenido esa estrella que a otros, menos talentosos, alumbra con disponibilidad financiera, pero sin duda escuchar sus intervenciones, sus descollantes arreglos y su manifiesta capacidad imaginativa son un verdadero y memorable legado.

Más Noticias