Factores que pueden influir en enfocarse en los objetivos o tareas.
Cuando hay mucho por hacer, se necesita calma y concentración para poder resolver las tareas pendientes. Pero muchas veces resulta difícil permanecer en este estado y poder enfocarse.
En lugar de intentar estar concentrado durante la totalidad del tiempo, es preferible aprender a aprovechar de forma inteligente los altos y bajos de la propia capacidad de concentración.
Las pausas son un tiempo bien invertido, porque luego se puede continuar trabajando de manera más concentrada. Se aconseja tomar una breve pausa de cinco minutos durante cada hora, para estirarse, relajar la vista y el cerebro. En ese lapso, lo ideal es, en lo posible, no clavar la vista en una pantalla ni en el celular.
También puede ayudar combinar la pausa del almuerzo con movimiento, pero es importante poder desconectar cada tanto la cabeza, sin siquiera consumir videos del celular o lo que fuera.
Em cuanto al biorritmo, cambia de persona a persona y ejerce influencia sobre los momentos en los cuales uno se puede concentrar especialmente bien. Algunas son productivas más bien por la mañana y por la noche.
Modificarlo verdaderamente es prácticamente inviable. Uno puede entrenar otro tipo de ritmo, pero esto requiere un gran esfuerzo y no es necesariamente recomendable. Es más razonable dentro de lo posible ajustar el transcurso del día al biorritmo.
En general, la capacidad de concentración es en promedio especialmente elevada dos horas después de levantarse. El sueño y la alimentación representan asimismo factores importantes. El cuerpo se recupera en el sueño y necesita para ello intervalos de 1,5 horas. Por eso, lo mejor es ponerse el despertador en intervalos de seis horas, 7,5 o nueve horas y mantener ahí una regularidad.
También es útil planificar las comidas. El cerebro consume alrededor de un 20% de las calorías que ingerimos y su procesamiento requiere energía. Antes de tareas que implican una elevada concentración, es preferible prescindir de comidas pesadas.
Por otro lado, si uno está excitado, alterado o nervioso, la capacidad de concentración se esfuma, ya sea que se atraviese una sensación de felicidad o de tristeza. Las emociones son reacciones automatizadas a estímulos y sirven para procesar de manera especialmente rápida un estímulo determinado; y este esfuerzo anula todo lo demás en el cerebro.
El estrés, en cambio, eleva transitoriamente la capacidad de concentración, pero estrecha la percepción para hacer frente lo más rápidamente posible a una situación que se percibe como amenazante. Por esa razón, actuamos de manera especialmente resuelta y veloz en situaciones de estrés, pero esto no siempre resulta beneficioso en el trabajo o en el estudio.
Durante un examen o una presentación, no es el contenido, sino la situación la que nos genera el estrés, anulando la capacidad de concentrarnos en el contenido. En estos casos lo ideal es simular previamente la situación de examen, para poder irse habituando, y mantener la calma es lo que siempre ayuda más a la capacidad de concentración.
Fuente: Nexofin