“La internet horizontal que nació con espíritu igualitario de comunicación uno a uno murió hace tiempo. Hoy solo seis empresas generan más de la mitad del tráfico mundial de datos en la web –56%– y ya no es más un medio de comunicación donde todos iban a emitir y recibir sino otro donde seis emiten y varios miles millones de personas reciben, con mucha más concentración que ninguna otra época en la historia de la comunicación”. Esta fue la frase que, expresada de distintas formas, se repitió en el 19º Taller Internacional de Regulación de Medios Digitales, realizado en Cartagena, Colombia, este martes.
Estaban presentes Carlos Baigorri, presidente de la Agencia Nacional de Telecomunicaciones de Brasil, el órgano responsable de bloquear X, y el académico experto en regulación de comunicaciones Kyung Sin Park, de la Universidad de Corea de Sur, primer país que le hace pagar a ese puñado de empresas transnacionales que generan la mayoría del tráfico de datos por internet un canon para el desarrollo de la infraestructura de soportes físicos de cables y antenas que usufructúan gratuitamente en cada país.
La concentración de la mayoría del tráfico mundial total web en seis megaempresas globales difusoras de servicios y contenidos –21% Alphabet (Google/You Tube), 15% Meta (Facebook, Instagram, WhatsApp), 9% Netflix, 4% Apple, 4% Amazon y 3% Microsoft– favorece la reproducción de un sistema oligopólico donde quienes capturan mayoritariamente la renta, este puñado de empresas globales, no pagan impuestos en cada uno de los países, mientras que las empresas de transmisión en cada país –telefónicas, cableoperadores, sistemas nacionales de comunicación estatal–, siendo locales o regionales, sí pagan impuestos en cada uno de sus países, lo que desata una guerra tributaria entre Europa, más algunos países asiáticos como Corea de Sur, que trata de regularlas, y Estados Unidos, de donde son todas estas empresas, que promueve una libertad de mercado sin regulaciones generando un nuevo foco de tensión geopolítica. Las empresas digitales son para Estados Unidos una ventaja geopolítica comparable a su supremacía militar.
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No es casual que Donald Trump haya anunciado que, de ser electo presidente, nombrará a Elon Musk al frente de una comisión de desregulación y eficiencia. Musk –el hombre más rico del mundo– posteó en su X: “Estoy deseando servir a Estados Unidos si se presenta la oportunidad. No necesito sueldo (sic), ni título, ni reconocimiento”.
Otra utopía de internet es que la web iba a terminar con la intermediación, trasladando el poder a los individuos, haciendo que una persona no precisara de la intermediación de los medios de comunicación para acceder a las informaciones, que los candidatos no precisaran la intermediación de los partidos políticos para ser elegidos, que los consumidores no precisaran la intermediación de los comercios para comprar, pudiendo hacerlo online desde los productores, o de la intermediación de los bancos para pagar y ahorrar.
Es cierto que los medios de comunicación, los partidos políticos como los locales de comercios y los bancos perdieron fuerza pero no la ganó el individuo ni la intermediación desapareció, sino que se concentró en menos empresas, que aumentaron su poder sobre los individuos aunque todavía no sea percibido así por los usuarios, pero en algún momento lo será.
La utopía de una web horizontal sin estructuras jerárquicas de intermediación, “la casta”, empoderó en parte ilusoriamente a las personas en general promoviendo un crecimiento de ideologías individualistas de derecha de la misma forma que el carácter global de mercado de internet promueve, en menor medida, ideologías trasnacionales, libertarias minarquistas (estado insignificante) y anarquistas (sin Estado): las criptomonedas son otro ejemplo de la búsqueda de trascender el concepto de Estado/nación.
La tercera utopía es que puede funcionar una sociedad sin “casta”, entendido como clase dirigente que se renueva y sin connotación peyorativa. Ya lo demostró la revolución soviética, que también comenzó con un ideal anarquista y vino a terminar con una casta nobiliaria para sustituirla por otra: siempre habrá una “clase” (término desgastado) dirigente y la evolución de cada sociedad será por el tipo de dirigentes que la conducen y administran pero no por la inexistencia de esa función.
Si bien es cierto que se le atribuye al encierro obligatorio de la pandemia un reverdecer de la rebeldía contra el poder de cualquier gobierno, el fenómeno del crecimiento de la derecha es anterior: Trump y Bolsonaro tuvieron que lidiar con el covid aunque ambos no ordenaron aislamientos compulsivos sino que fueron los gobernadores de sus países en cada región de manera diferente. Y ya tres décadas atrás Margaret Thatcher sostuvo que “no existe la sociedad, sino solo individuos”.
Pero no se puede no asociar la cultura individualista que generó la “herramienta de producción” internet con el crecimiento de los valores de la derecha. Marx sostenía que la infraestructura (los medios de producción, la economía) condiciona la superestructura (la cultura, la política). Así como resulta obvio que personas como Elon Musk adoren las ideas de Javier Milei porque el deseo de los propietarios de las mayores empresas digitales es un mundo sin fronteras ni regulaciones y, de ser posible, sin impuestos. Al mismo tiempo, es obvio que gobernantes como Milei, Trump y Bolsonaro adoren a Elon Musk porque X, entre otros, les permiten insignificar a los periodistas y medios de comunicación con periodistas. El editor de The New York Times publicó el jueves en The Washigton Post una extensa columna advirtiéndolo, la que todo ciudadano interesado verdaderamente por la libertad debe leer.
Esto nuevamente se evidenció en el citado 19º Taller Internacional de Regulación de Medios Digitales, sobre el que, mañana domingo, PERFIL publicará completas las ponencias del panel que me tocó conducir, titulado “Desafíos de la producción sostenibles de contenidos y la gestión de la información en la industria audiovisual en la era de los servicios digitales”. Mi última pregunta a los participantes fue textualmente: “¿Cuánto la cultura individualista de internet contribuyó al crecimiento de ideologías de derecha y extrema derecha?”. Respondieron la economista de la OECD Molly Lesher, el responsable de Conectividad Digital, Economía y Sociedad de la Unesco, el profesor peruano experto en telecomunicaciones Domingo Dávila del Bosque y la fundadora del Miami Tech Summit, Beth Doane.
Continúa mañana: “De la TV a la web”